Nurgle es el Señor de la Descomposición.
Él es el que desencadena el hambre y la peste sobre el mundo y es a Nurgle a quien acuden los mortales cuando imploran ayuda para resistir los estragos de la enfermedad, de la edad y del inevitable declive que comporta el paso de los años. Cuando se arruinan las cosechas, cuando un niño cae presa de la fiebre y cuando las heridas empiezan a enconarse en el campo de batalla, se ofrecen súplicas a Nurgle para que este se contenga. Nurgle se aparece a sus seguidores como un criatura con el cuerpo tremendamente abotargado, recubierto de furúnculos y pústulas y rodeado de una densa nube de moscas, otras veces es una enorme masa de carne amorfa llena de ojos y bocas que se arrastra con vil pestilencia. Se dice que Nurgle se deleita con cada pústula nueva que aparece, con cada sarpullido y ampolla diferente, y de todos los dioses es el que se interesa más por las dolencias de sus seguidores mortales. A Nurgle se le considera como un dios de talante afable, casi jovial, pues, Mmentras que los paganos insensatos gimen, hacen rechinar los dientes y se estiran de los pelos cuando azota la plaga y los pueblos y ciudades quedan arruinados, los fieles de Nurgle no paran de reír al contemplar la obra de su señor. Estos han aceptado la futilidad de tratar de enfrentarse a Nurgle y a la inescapable ruina que provoca y, en su lugar, se abandonan a los placeres de la descomposición, el olor, la suciedad y la enfermedad y se dedican a gozar de la entropía y de la ruina. Nurgle ofrece la bendición de la peste y de la putrefacción con amplia generosidad. Los seguidores de Nurgle, atacados por las enfermedades, son a su vez inmunes a dichas plagas, ya que se acostumbran al dolor y a las molestias y, aunque sus cuerpos se pudran, el espíritu de su dios los mantiene en vida cuando deberían estar muertos. De este modo, los seguidores de Nurgle pueden resistir las heridas y los males que dejarían a otros incapacitados y así seguir luchando en nombre de este dios. Mirar a estos individuos es algo horrible, más que contemplar a cualquier otro seguidor del Caos, puesto que la carne descamada, los estómagos hinchados llenos de gases cadavéricos y el hedor a muerte que rezuman induce a pensar inevitablemente en el destino que espera a todas las criaturas vivas.
Pelear contra el mal de Nurgle es simplemente asqueroso.
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