Las prácticas del Culto de Sigmar varían enormemente de un sitio a otro, aunque todos sus seguidores tienen en común ciertos principios, como la aversión por la hechicería antinatural (que usa piedra bruja), la persecución de brujas y mutantes, y la aniquilación de los pieles verdes y de las criaturas del Caos.
De todos estos enemigos, los magos de piedra bruja y los cultos prohibidos de los dioses del Caos son los enemigos más viles que han de ser arrancados allí donde son descubiertos. De estos peligros se encargan los incansables Cazadores de Brujas. Estos guerreros son rígidos en el cumplimiento del deber y puritanos, aunque no son clérigos (no pertenecen a un templo y no forman parte de ninguna hermandad, aunque a veces pueden haber recibido algún tipo de formación religiosa).
Los cazadores de brujas han de mantenerse al margen de las órdenes religiosas, pero en ocasiones, cuentan con sacerdotes o magos como aliados. Los cazadores de brujas recorren el Imperio contratados (por los condes, alcaldes y mercaderes) para hacer cumplir las leyes y destruir todo lo relacionado con la brujería, la blasfemia y la adulación de los Dioses Oscuros.
En palabras de un cazador de brujas, cualquiera puede ser juzgado y quemado en la hoguera, acusado de brujería y cientos, si no miles, han ardido en las hogueras de los cazadores de brujas para expiar sus crímenes (y quizás no todos los que han muerto a manos de los cazadores de brujas eran culpables, ejem, creo que casi pasa...). Sin embargo, estas consideraciones no tienen importancia alguna comparadas con las mortíferas fuerzas a las que han de enfrentarse.
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